Nace una corriente diametralmente opuesta al racionalismo, que se denomina empirismo. Uno de sus máximos representantes es John Locke (1632-1704), quien ataca a Descartes fundamentalmente por su noción de “ideas innatas”. Locke afirma que la fuente de todas las ideas de los hombres es la experiencia sensorial. Existen ideas simples, como la idea de movimiento, de lo amargo, o lo dulce, que provienen del mundo físico, empírico, observable. Tales ideas, luego se reorganizan en numerosas configuraciones.
Este análisis de Locke sobre el conocimiento es relevante para la psicología, ya que supone una conciencia constituida por ideas simples que se combinan entre sí conformando ideas complejas. Esto da lugar al asociacionismo psicológico.
Las ideas simples según Locke, son aquellas que no se pueden dividir o analizar en otras. Las ideas complejas son composiciones de ideas simples. El asociacionismo intenta dar cuenta de las distintas combinaciones de ideas que constituyen la mente humana. Locke en el capítulo IV de su obra Ensayo sobre el entendimiento humano (1690) establece algunas nociones que explican tal proceso.
El escocés David Hume (1711-1776) lleva hasta sus límites el enfoque empirista. Al igual que Locke, sostiene que todo conocimiento procede de la experiencia; y retomando las ideas asociacionistas (ya presentes en Platón y Aristóteles), establece la existencia de por lo menos tres leyes de asociación: Semejanza, Contigüidad y Causa-Efecto.
Bur, Ricardo. (2007) Psicología para principiantes. Buenos Aires: Era naciente
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