Existe un único conocimiento cierto, firme y seguro. Este principio es el que le (a Descartes) permite sostener que mientras él está pensando, él es una cosa. Aun engañado por un genio, él tiene que existir o ser para poder resultar engañado. Acuña así la frase famosa, que pasará a la historia en latín como Cogito, ergo sum (es decir: “Pienso, entonces existo”).
Si puedo estar seguro de que “mientras pienso, soy”, es necesario preguntarse entonces: ¿Qué soy? La respuesta que da Descartes es “Soy una cosa que piensa”, una “sustancia” pensante. El hecho de tomar consciencia de que pienso permite llegar a la certeza inmediata de mi propia existencia. Aún hoy esta suposición sigue vigente en la humanidad. Es la presunción de una identidad personal. Suponemos que somos “algo” que “permanece” siempre igual, y que ese algo es posible de conocer; que tenemos una “identidad” y que, como sujetos, somos soberanos y dueños de nuestras propias determinaciones.
Esta idea de un “yo” sustancial, caracterizará los años venideros de la modernidad. Un sujeto “dueño de sí”.
Bur, Ricardo. (2007) Psicología para principiantes. Buenos Aires: Era naciente
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