(...) El principio de la duda metódica, sin embargo. Llevó a Descartes a una conclusión muy deprimente; no había nada en absoluto de lo cual uno pudiera estar seguro. A mi entender. En sus Meditaciones sobre la primera filosofía (1641), reconoce que podría haber una disparidad total entre la razón y la realidad.
Aun si yo asevero que dios es bueno y no me está engañando cuando trato de igualar la razón con la realidad ¿Cómo se que no hay un demonio maligno correteando por ahí que me confunde? ¿Cómo se yo que 2 + 2 no son 5 y que este demonio, no me engaña, cada vez que efectúo esta suma, llevándome a creer que los números suman 4?
(…)Hay una cosa que si sé: se que existo. Ya que incluso si estoy engañado. Hay obviamente un “yo” que está siendo engañado. Y así la certeza fundamental que subyace a todo: pienso , luego existo. Para Descartes, pensar era idéntico a existir.
( … ) Descartes encuentra necesario demostrar (…) la existencia de una Deidad benevolente. La existencia de tal dios garantiza inmediatamente las proposiciones de las matemáticas, a única ciencia que se basa en la actividad mental pura. No puede haber engaño cuando sumo los ángulos de un triangulo; la bondad de Dios garantiza que mis operaciones puramente mentales.
(…) La ciencia, dice Descartes, debe convertirse en una “matemática universal”; los números son la única prueba de la certidumbre.
Berman, Morris (2007) El Reencantamiento del Mundo. Chile: Cuatro vientos.
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