El revelador y polémico ensayo que Thomas Kuhn publica en 1962, La estructura de las revoluciones científicas, es el corolario de una sospecha contracultural que se venía manifestando desde un tiempo atrás.
Repárese que en el mismo año del Señor de 1962 se traducía en los Estados Unidos Ser y Tiempo de M. Heidegger, con una idea de ciencia muy otra de la exhibida por la filosofía dominante, como una actividad práctico-existencial que permite el desvelamiento de las cosas del mundo, sea ello lo que sea. Más importante aún, dos años después H. Marcuse publicaba en Boston El hombre unidimensional. Estudio sobre las ideologías de las sociedades industriales avanzadas, donde desenmascaraba el uso ideológico y reaccionario de la filosofía cientificista y, poco después, en 1968, J. Habermas publica en Europa su Conocimiento e interés, traducido en Boston tres años más tarde, donde defendía el tratamiento de la epistemología como una ciencia social. La crisis de las ciencia europea (1936) del viejo maestro de Koyré, E. Husserl, que se tradujo en los Estados Unidos en 1970, defendía la dicotomía entre el mundo de la ciencia y el de la vida con el apocalíptico comienzo: “Aparece la ciencia, se esfuma el pensamiento”.
En 1972 se tradujeron también La teoría crítica y La dialéctica de la ilustración de M. Horkheimer, que criticaba la corrupción de la razón ilustrada en una mitología instrumental, desenmascarando la idea tecnocrática de la ciencia neutral y mostrando, por el contrario, su permeabilidad a los valores culturales y sociales.
No es preciso multiplicar los ejemplos para ver que La estructura apareció en el momento adecuado para ser interpretada como el desvelamiento de los fundamentos socialmente contingentes de la ciencia cuando no de otros horrores.
Kuhn, Thomas S. (2006) Estructura de las revoluciones científicas; Una revolución del siglo XX, por Carlos Solís Santos. Mexico: Fondo de Cultura Económico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario