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Bienvenidos a mi blog, este es un espacio dedicado a publicar textos fundamentalmente epistemológicos, tratando ser una aproximación amable sobre un tema complejo en el que abundan las retoricas absurdamente crípitcas y barrocas para el entendimiento común de la población general.

martes, 22 de diciembre de 2009

La hacienda en Chile I

La hacienda

En el siglo XVIII la actividad económica se centró en las haciendas, que fueron grandes extensiones territoriales, cuyo principal producto cosechado fuel el trigo que era vendido al Perú.

En las inmediaciones de las ciudades era común la presencia de pequeñas granjas conocidas como “charcas” (de un término quechua). Aunque muchas de estas eran propiedades de los hacendados, parece ser que también existió una economía campesina semi-dependiente y modestamente floreciente que abastecía de carne y verduras a los municipios y sumaba su producción de trigo al comercio de exportación. A la larga este potencial campesinado independiente, se vio muy reducido por el creciente predominio de la hacienda.

La hacienda se convirtió en una de las instituciones chilenas más estables y permanentes, e imprimió huellas duraderas en la psicología nacional.

Inquilinos y peones

Los mestizos que no contaron con redes familiares de apoyo, desarrollaron diversos medios para subsistir. Algunos arrendaron predios al interior del fundo. Con el tiempo, las deudas y otros compromisos adquiridos con el patrón, les llevaron a pagar con el trabajo el sitio donde levantaban casa, huerta y criaban sus animales.

Lo anterior dio origen a una institución social que se proyectó hasta la segunda mitad del siglo XX y que se conoció como inquilinaje. Bajo este sistema, las relaciones entre empleador (patrón) y trabajador (inquilino) eran ocacionalmente contractuales y fundamentalmente personales.

El patrón era una suerte de padre que se sentía con el derecho a intervenir en la vida personal y familiar de sus inquilinos. Les hacía favores, los protegía, pero a cambio exigía retribuciones en trabajo, disciplina y lealtad. Si percibía que no la tenía, castigaba e incluso expulsaba del fundo a quienes demostraban ánimo levantisco.

Los mestizos, que por imposibilidad u opción no entraron al sistema de inquilinaje, se ocuparon de empleos ocasionales y discontinuos. En tiempos de cosecha se incorporaban a la hacienda, en calidad de afuerinos o peones. En la ciudad trabajaban en cualquier oficio, como gañanes o como rebajadores especializados (artesanos).

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